PÁRASITOS
ALIMENTACION INTELIGENTE
Precisamente los parásitos allí se encuentran “seguros” por ser ámbitos donde no puede actuar la inmunología.
Tampoco los parásitos discriminan edades o clases sociales; muchos siguen suponiendo erróneamente que los parásitos son cosas de chicos y que luego desaparecen solos, o que se los “pesca” la gente de bajos recursos o de zonas marginales. Todos los tenemos y los tendremos; la diferencia está dada por cantidades, especies y antigüedad de infestación.
¿Cuáles son los daños?
Las manifestaciones locales son aquellas que generan los parásitos en su lugar de permanencia. En este sentido podemos citar los problemas digestivos, tales como: mal aliento, apetito inestable, constipación, diarreas, gases, eructos, acidez, cólicos, distensión o flatulencia, hemorroides, vómitos, cuadros apendiculares, vesiculares, diverticulares o litiásicos, sintomatologías ulcerosas, pancreatitis, gastroenteritis, náuseas, somnolencia, pesadez, reflujos, etc.
Es preciso comentar que las toxinas parasitarias provocan un bloqueo de la absorción de los alimentos a nivel de la mucosa intestinal. Esto provoca en muchos casos la delgadez de los parasitados y no porque el alimento sea ingerido por los bichos, como reza el mito popular. Esto explica también lo innecesario e ilógico de suplementarles vitaminas, minerales y estimulantes del apetito; de poco servirán si persiste el origen del problema. Para que una persona recupere peso, son necesarias dos cosas: que ingiera alimentos y que los absorba.
Las sintomatologías alternas y las reacciones digestivas cambiantes, responden siempre al estado de los parásitos. Tratando eficazmente la parasitosis, la persona vuelve a tolerar perfectamente todo tipo de alimento. Otro error es etiquetar al parasitado como una persona delgada; el flaco parasitado es el flaco "descompensado", pero si no lo está, puede tener cualquier peso e incluso ser un obeso.
Las manifestaciones a distancia son aquellas que se desarrollan lejos del lugar donde están alojados los parásitos y ocurren por acción de sus toxinas; es decir que no es necesaria la presencia del parásito, para que se desencadene la sintomatología. Con respecto a su magnitud, es fácil imaginar que dependerá del grado de parasitado y su antigüedad. Más añeja la parasitosis, más significativos serán los síntomas y más tiempo llevará su resolución.
A nivel diagnóstico, generalmente los análisis convencionales se centran en detectar parasitosis intestinal; pero muchas veces un resultado negativo (escobillado anal, materia fecal) genera una peligrosa tranquilidad en médico y paciente. Sucede que el contenido de la luz intestinal es muy cambiante, hecho que perjudica a ciertas parasitosis para realizar debidamente su ciclo biológico. Entonces perforan la mucosa intestinal por medio de enzimas y se colocan en la pared del intestino. Por tanto lo que se recoge en los análisis es lo que se halla en la luz intestinal; y ellos ya no se encuentran allí. Las parasitosis antiguas (8 a 10 años de instalación) son las que generan estas acciones atípicas y no aparecen en los análisis por hallarse enquistadas en la pared de la mucosa intestinal.
Prevención
Las heces contaminadas y las manos son las vías de transmisión. Por eso es indispensable lavarse las manos a menudo con agua y jabón, en especial después de ir al baño y antes de las comidas. También es necesario desinfectar el inodoro con unas gotas de lejía o lavandina después de usarlo.
Cuidado con los viajes. El agua no potable y las verduras crudas y frutas sin pelar también pueden transmitir estos parásitos, sobre todo si se consumen en áreas donde los alimentos se lavan y riegan con agua no potable, como ocurre en algunos países en vías de desarrollo. Los viajes hacia esas regiones están contribuyendo a aumentar los contagios de ciertos parásitos como lamblias y amebas.
Algunos signos y síntomas
Piel y cabello: El rostro es "desprolijo", con manchas, granos, acné, irritaciones oculares y otras lesiones.
Aparato respiratorio: El caso de niños y adolescentes con anginas a repetición, sin tener una mejoría duradera pese a los tratamientos. La parasitosis intestinal desarrolla un cuadro de tipo alérgico que puede provocar la inflamación e infección posterior de las amígdalas.
Aparato circulatorio: En el sistema circulatorio central se manifiestan precordialgias (dolores delante del corazón), taquicardias, sensación de falta de aire, anginas, disneas cardiacas, etc. Estas manifestaciones pueden presentarse a causa de una elevación diafragmática, consecuencia de una parasitosis intestinal importante.
Aparato ginecológico: Suelen encontrarse trastornos menstruales de todo tipo, siendo característico el agravamiento en el período premenstrual. Puede haber atrasos en la menstruación, menstruaciones dolorosas, flujos crónicos (molestos y rebeldes a los tratamientos locales, pues la parasitosis intestinal genera una especie de "apuntalamiento microbiano", frigidez y esterilidad relativa.
Sistema nervioso central: Se puede observar angustia, irritabilidad, insomnio, inestabilidad emotiva, desgano, depresión con intento de suicidio. También es común la pérdida de memoria y capacidad de concentración; esto se debe a la aceleración del sistema nervioso central.
Aparato urinario: En este campo podemos encontrar enuresis, prostatitis, cistitis a repetición, infecciones renales, poluciones nocturnas, hematurias (sangre en la orina), úlceras o lesiones en el glande, impotencia sexual e incontinencia urinaria.
Órganos de los sentidos: alteración de la agudeza visual (pudiendo llegar a visión bulto e incluso a la ceguera), vicios de refracción, conjuntivitis, orzuelos a repetición, eccemas de oídos, otitis crónicas (supurantes o no), disminución de la audición, etc.
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