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INDUSTRIAS DE ALIMENTOS - NUTRICION

10 SOPAS Y CALDOS

EL SECRETO DE UN BUEN CALDO

No señora; no crea que todo el mundo sabe preparar un buen caldo ,para que quede rico ,ni cómo usarlo como un ingrediente exquisito, ni tampoco todos saben las cualidades que tiene.

¡ESTE ES EL SECRETO! RIQUISIMO EN SABORES Y SUSTANCIAS. ya sea de pollo de carne pescado o vegetales de todo lo que hay en la cocina para la hambrienta familia o refinadísimos cenas especiales un caldo sabroso no tiene comparación pleno de sabor exquisito , aromático llenas de muchas y no pequeñas virtudes el caldo es un alimento fundamental para la preparación de platos como sopas ,gelatinas y salsas que les da el toque indispensable a numerosas comida., en fin es una verdadera maravilla de la gastronomía aunque es muy sencillo de preparar se convierte una delicia cuando se toma solo y en los meses de agosto cuando el sol está más caliente y las temperaturas altas se debe consumir mucho caldo o consomé con hojas de lechuga tipo americana con un toque de queso parmesano, es muy refrescante e hidratante y revive de la atonía del sol y en cualquier estación del año el caldo representa siempre un excelente comienzo de menú hay quienes les gusta tomarlo al final ya que contiene propiedades digestivas.

El mas clásico se hace con carne para obtener un buen caldo excelente se deben tener en cuenta estas recomendaciones una olla de barro suficientemente honda para que la carne pueda cocinarse lentamente bien cubierta de agua la proporción de de agua y carne es de tres litros y medios por kilogramo de carne que al dejar cocer por tres horas de lenta cocción rinde unos dos litros de caldo , la elección de la carne varía según el gusto falda , punta de pecho falda real con hueso cortes de lomos de pollo los caparazones dan un excelente caldo la adicción de huesos es totalmente secundaria los fines de aunque lo enriquecen con sales y potasio mientras que un hueso con tuétanos suministra un caldo mucho más rico y con más grasa cuando los tendones y los cartílagos van mas, allá del uno por ciento de la carne de la carne al enfriarse esta grasa se solidifica formando una gelatina y es mucho mas fácil sacar la grasa lo importantísimo es cocer con agua fría sal y que el fuego sea moderado para que la temperatura suba muy lentamente así la carne suelta todas sus proteínas minerales , vitaminas gracias a la presencia de la sal , que favorece su diálisis y6 se disuelven mas fácilmente y hacen un caldo muy sustancioso y por demás excelente, cuando ya se completa la ebullición del caldo es que procedemos agregarles las hiervas aromáticas apio zanahorias cebolla picada en dos trozos con un clavo de olor para que no se deshoje un ramito de perejil laurel tomillo algunos granos de pimienta y se deja hervir por tres horas cuando este frio se desgrasa pero si se deja congelar no se le debe quitar la capa de grasa ya que esta tiene unos componentes que protegen el caldo durante su congelación.

Crisalida L DE Leteo.
Cabimas Estado Zulia – Venezuela.

SOPA VICHYSSOISE

Por Jesús Ramírez

Sopa Vichyssoise, un delicioso desacuerdo

Vichyssoise es una sopa internacionalmente conocida, a la que se le relaciona con la cocina francesa. Esta sopa está elaborada con una especie de puré de verduras entre las que están: el poro, las cebollas, las patatas, y la crema. La procedencia culinaria del vichyssoise; se discute hoy en día entre ser un plato de origen francés o americano.

El crédito del descubrimiento del plato se le atribuye a Louis Diat, un cocinero del Ritz-Carlton de Nueva York durante la primera mitad del siglo veinte. Diat recordó los pasos de su invención para el diario New Yorker en 1950: “En el verano de 1917, cuando había cocinado ya en el Ritz durante siete años, intenté reflejar mi trabajo sobre una sopa basada en la patata y el puerro que tomaba durante mi niñez, y que no era otra que la que mi madre y abuela me hacían. Recordé cómo, durante el verano, mis hermano mayores y yo la enfriábamos vertiendo en ella leche fría; y como era delicioso, tomé la decisión de hacer algo de este tipo para los patrones del Ritz.”.

Otra teoría es que el “Inventor” fue un vasco de Bermeo que el embajador José Félix de Lequerica ante el gobierno de Vichy lo llevó de cocinero a la embajada. Este bermeano era muy aficionado a la porrusalda, pero la consideraba demasiado plebeya para presentarla a los invitados de la embajada española y le dio el toque de una crema de verduras enriquecida con crema de leche. Cuando Vichy fue ocupado el Sr. Lequerica volvió con su cocinero a España. El cocinero emigró a USA y recaló en el Hotel Ritz neoyorquino y fue donde popularizó su sopa con el nombre de Vichyssoise.

Otra paternidad es atribuida, a pesar de lo inverosímil de la historia, a que un cocinero francés creó esta sopa para complacer a su amante, una cantante del montón, que tenía el nombre artístico de “La Vichyssoise”

Y una última información muy poco creíble es la que dice que el creador de esta sopa fue el Chef Gouffe y que la publicó en 1867 en Le livre de cuisine, aunque no se haya podido encontrar nada que lo confirme, ni en la citada publicación. La confusión, tal vez de quien escribió que la paternidad de la Vichyssoise podría ser de Gouffe, puede venir que este cocinero-pastelero era un experto en preparaciones frías al estilo de Caréme de quien fue protegido.

Tal vez los historiadores no puedan ponerse de acuerdo en el origen del plato como tal, pero algo en lo que no pueden estar en desacuerdo, es en lo exquisita de esta preparación.

Aquí la receta para la elaboración : (4 porciones)

300 grs de blanco de poro - 1 papa blanca grande - 1 cebolla blanca mediana - tres cuartos de litro de caldo de ave - 1,5 decilitros de crema de leche - perejil y cebollino  - aceite de oliva, mantequilla, sal

Preparación

Pelar la papa y cortarla en dados. Limpiar la cebolla y el poro y cortar en juliana. Poner una cacerola al fuego con aceite de oliva y un poco de mantequilla e introducir las verduras. Cocer a fuego muy lento. No deben coger color ni dorarse. Incorporar el caldo de ave y dejar cocer unos 20 minutos. Pasado este tiempo se pasa el conjunto por la batidora. Para que quede más fina es conveniente utilizar el colador chino o el pasapurés. No debe quedar muy espesa, dado que al enfriarse se espeserá más. Colocar la crema en un bol amplio y añadir la crema de leche y dejar enfriar. En el momento de servir, espolvorear con perejil y cebollino finamente picado.

Bibliografía:

http://es.wikipedia.org/wiki/Vichyssoise

http://historiasdelagastronomia.blogspot.com/2007/07/la-sopa-vichyssoise-francesa-vasca-o.html

http://www.sabormediterraneo.com/recetas/vichyssoise.htm

Etiquetas: SOPAS

EL AGUADITO

Por: Cecilia Portella Morote
De pollo, de pato o de pavo, de lo que hubiere la noche anterior; más culantro, más agua, más verduras que dieran color. Así es nuestro Aguadito, producto de la imaginación, del afán de crear y recrear jaranas. Plato de Aguadito caliente, reconfortante y sabroso, que espera cucharas cantoras "que al expediente, le den curso".
Compañero de guitarra y cajón, de amaneceres y peñas, de bailes de punta y taco.  De finos acordes criollos, de cerveceros y pisqueros, de parroquianos jaraneros, que entre casonas y salones han visto pasar sus noches oyendo cantar a Lima a través de sus  trovadores de turno. 

Tras décadas y generaciones, la música criolla ha sido sinónimo de alegres encuentros, de pintorescas anécdotas y de innumerables autores.

Este personal enamoramiento no surgió de la noche a la mañana; aprendí a conocer y amar nuestra música, la cultura criolla y la ciudad de Lima desde mis primeros años.  Algo más de 30, de escuchar agrupaciones como Fiesta Criolla, Trovadores del Perú o Embajadores Criollos; dúos como Irma y Oswaldo, Las Limeñitas o la Limeñita y Ascoy, grandes intérpretes como Eloísa Angulo, Jesús Vásquez o Lucha Reyes y las voces características de Rafael Matallana, el “carreta” Jorge Pérez o el romántico Juan Mosto.  Un interminable cartel de nombres que se sumaban a estos y que hacían de las noches limeñas, verdaderas fiestas, hoy en día, irremediablemente añoradas.

No podemos separar en la cultura criolla, la música, del baile, ni este, de la comida y la bebida, y todos estos, de las costumbres y centros musicales. 

Por ello en nuestro espacio, hoy que celebramos a la Lima de Pinglo y de Chabuca, de tonderos y marineras, de música negra y pisco, le encontramos un lugar de privilegio al plato que por muchos años, fue el colofón de toda jarana.  No había peñero que se le resistiera.  Desde los ocasionales, que acudían como invitados a los más concurridos centros musicales en Barrios Altos, Rímac o La Victoria; hasta los más asiduos que visitaban más de uno en cualquier noche limeña.

No era el Aguadito exclusividad de los mas dicharacheros, también los caballeros discretos y las guapas damas limeñas sucumbían a sus beneficios. 

Había más de un cantor, que sin esperar pago alguno por sus interpretaciones, aguardaba el plato mejor servido de este criollo potaje.  El Aguadito de pollo, que naciera de la imaginación de las cocineras ante la escasez, se convertiría en el emblema de las noches criollas de la vieja Lima.

APUNTES DE JARANA:

De la misma manera en que acudo hoy a los que saben, deseo que alguna vez llegue el día en que alguien pregunte sobre jaranas limeñas y me gustaría ser, quien referencias brinde al respecto.  Este amor por Lima y sus costumbres de barrio, va en serio, pensé que sería un romance pasajero, pero cada día me interesan más sus avatares y recuerdos. 

Por eso busco a quien me hable de mi galana ciudad y me ayude a acrecentar este interés que quiero compartir...

Sin duda alguna, llego a San Isidro, a la Casa del Pisco, para encontrarme con Alberto Iglesias, caballero como pocos, sus entusiastas relatos, su voz grave y pausada y su singular simpatía, me ayudan a evocar –paradójicamente- esos años que no viví.  Son casi las doce del mediodía y el aroma de un Aguadito que se va gestando en la cocina, invade ineludiblemente el ambiente y me permite entender mejor cada frase, que casi me suena a décima...

La Lima de los años 40, me dice Alberto entre recuerdos, se vio repentinamente invadida por centros musicales, en los cuales nacieron quienes hoy tienen inscritos sus nombres en nuestros discos de larga duración, más conocidos como “long play”, en las discotecas de nuestros padres.

La fidelidad de aquel sonido, aun se escucha en algunas emisoras radiales, que acompañan nuestros almuerzos cada vez menos familiares.  Distritos como Breña, Barrios Altos, El Rímac y lugares identificados por su ubicación, respecto a un puente o una alameda, fueron los pioneros de esta Lima que cedió ante una costumbre que poco a poco se fue apoderando de las mayorías.

“El Arroz con pollo de ayer, es el Aguadito de hoy y el Espesado de mañana”, didáctica forma de describirme la grandeza de nuestras cocineras, que haciendo alarde de imaginación y creatividad, se burlaron de la pobreza, dando paso a una exquisitez, compartida al amanecer; interesante manera de agasajar a los sobrevivientes de una jarana –pienso-

Y lo mejor es que este nuevo siglo, ha rescatado la costumbre y más de una agitada noche ha sido testigo de la demanda de este plato, limeño por naturaleza y criollo por concepción.

La base del caldo de pollo, con algunos puñados de arroz, harto culantro, la asistencia de verduras como alverjitas, ají mirasol, zanahorias en cuadraditos casi imperceptibles y algunos rojos pimientos dispersos en juliana en la gran olla de turno, pueden ser también sofisticados con una copa de pisco o un vaso de espumante cerveza y sin dudar, estaremos frente a un plato producto de la fusión de los insumos traídos por los colonizadores y las formas tan genuinas de preparación de nuestras negras cocineras, de las amas de casa o de las dueñas de la cocina de cualquier local nocturno, en donde el vals y la zamacueca marcan los destinos de la noche.

Los Centros Musicales de ayer dieron paso a las peñas de hoy.  Las palabras de Alberto Iglesias cobran mayor emoción al recordar el Karamanduka, Los Vásquez, La Valentina; lugares que marcaron historia en las noches peñeras de Lima.  “La diferencia principal entre las antiguas y las actuales, es que en las primeras, sin anunciar artista alguno como parte del espectáculo, era sabido que llegaría de todas maneras más de uno, que acompañado de músicos, de compositores o de alguna pareja de marinera, aseguraban el éxito de la noche, que cerraba con un amanecer de aguaditos o frejoles.

DE CUCHARAS Y CASTAÑUELAS:

Así como llegaron a través de los españoles, las castañuelas, para hacerse de un lugar en la amplia gama de sonidos que acompañan una alegre polca, también las cucharas, cual tijeras andinas, aportaron un peculiar sonido de percusión, que es donde mi atrevida ignorancia o mi ávida sapiencia, logra ubicar a este particular instrumento adoptado y adaptado por el Perú, para brindar toques y retruques en valses, polcas y otras formas de sinfonías criollas.

Parangón que nos atrevemos a hacer frente al plato que nos convoca.  Una concordancia que no pretende más que darle nombre y apellido a nuestro potaje.  Es la cebolla –traída de España- que en forma de zarza criolla, es la mejor de las compañeras.  Hoy, de día, en casa, es la chicha morada el breve descanso que se  requiere entre bocado y bocado, mientras que de noche, el pisco es el recomendado... Aunque no siempre fue así...

En la Lima, testigo de Centros Musicales y de las recordadas Peñas, se tomaba        –además de cerveza- un buen trago de ron, mezclado con una negra gaseosa, este acompañaba las noches que entre discursos, danzas y canciones, hacían el espacio ideal para el oportuno Aguadito.  Bien dijimos anteriormente, el éxito estaba asegurado, pues compositores provistos de guitarras o intérpretes conocidos de la época, acudían sin vacilaciones al llamado del criollismo. No había que pagar entradas o derecho a espectáculo, no se exhibían carteles, ni se promocionaban figuras, era todo más simple, las exigencias eran más sencillas...

Pronto por lo bueno habría que pagar... y en eso, no hay queja, los tiempos han cambiado.  Pocos centros musicales sobreviven ante la gratuidad, ante la indiferencia.  Hay peñas en Surco y en Barranco, lo gusto por lo nuestro se ha expandido, pero también se ha comercializado.  Sin embargo aguaditos y frejoles aun aguardan al amanecer, ya no en los grandes locales, que antes fueron solares, menos en las peñitas de barrio, que ayer fueron callejones.  Hoy esperan en el recuerdo de los antiguos criollos y de los vigentes que se hicieron en la antigua escuela.

Hoy vienen a mi mente grata e inexorablemente las voces de Alicia Maguiña y su inigualable “Indio”; Fiesta Criolla y su alegre “Comarca”, alguna marinera limeña con Edith Barr.  Repaso emocionada “Otra vez corazón” con Juan Mosto, enumero composiciones de Alejandro Lara y José Escajadillo; admiro una vez más a Polo Campos, Chabuca y Pinglo.  Rindo homenaje a Lucha Reyes y a Mario Cavagnaro cantándole a Lima...

“Dijiste Adiós” querido Arturo Cavero; continúas alegrando mis tardes, apreciado  “carretita”.  Sigo buscando en mi mente y sin hacer mucho esfuerzo la princesita Maritza Rodríguez, Los Kipus y la música negra llenan mis expectativas.  Tarareo “No te he dado motivo”, en compañía de Lucila Campos.  Indago en mis emociones y me siento más criolla si escucho a las dos Cecilias, una interpretando “Bello Durmiente” y la otra haciéndome vibrar con su inolvidable voz, al evocar las notas de “Cuando habló el corazón”.

Hoy, Bartola, Pepe Vásquez, Lucía de la Cruz, Eva Ayllón; Cantantes de ayer, de hoy y siempre; intérpretes que siguen marcando el camino de nuestra cultura criolla, pues no es solo música, lo que celebramos; es todo lo que nuestro amor por Lima abarca: jaranas criollas, verbenas de antaño, zaguanes y callejones. 

Es este un homenaje para los criollos conocidos por sus voces, por los que siguen sonando en mis recuerdos: Ismelda, Marina, Carmen Cruz, Sandra Dueñas, Silvia del Río, Lula Valdivia, Andar Andar, Jorge Luis Jasso, amigos con quienes alguna vez en mi vida compartí.

Amigos y personajes de la Lima de serenatas, de Piscos y Frejoladas.  Mi humilde “Canto a mi tierra” junto a don Oscar Avilés, al plato de Aguadito, a cantores y acuarelas: “Lima, mi vieja Lima, quiero que sepas que donde voy, siempre será mi orgullo, decir a todos: Limeña Soy”.

EL SHÁMBAR

Por: Ceilia Portella Morote

“Una sopa de menestras, de mi sierra liberteña, se ha convertido en la enseña, de su cocina maestra.  El shámbar es una muestra de la transculturación, Trujillo le dio adopción, a este serrano potaje, y hoy luce como un mensaje de la peruanización”.

Son las primeras líneas del trujillano Antonio Cavero Tirado, cultor del arte popular, decimista de buen gusto, quien falleciera en el año 2006 y que entre sus múltiples escritos rindió culto a este potaje atribuido a la cocina trujillana, pero que cuenta en la fórmula de su preparación con elementos básicamente serranos.

Entre las costumbres que se desprenden a partir del consumo de este plato, está el haberse posicionado como el alimento tradicional de los lunes.  Varias razones motivan este hábito, sin embargo nos detendremos en algunas:

Se cree que, al igual que los negros en su momento aprovecharon las menudencias y tripas de res para crear delicias, así, algunos habitantes de los pueblos andinos juntaban las sobras que su cocina del fin de semana y de las fiestas quedaban y adicionándole algún ají, la convertían en sopa o puchero.

Otra investigación, esta vez de la autoría de Rodolfo Tafur, nos dice que es un plato de los lunes, porque cargado de la energía y calorías que invitan sus ingredientes, prepara al comensal a empezar la semana con los nutrientes necesarios para rendir en su diario quehacer.

UN NOMBRE PARTICULAR:

Volviendo a la particularidad de su nombre; concienzudos estudios indican que existe la disyuntiva de llamar Shámbar o Chambar a la sopa de trigo, menestras, pellejo de chancho, garbanzos, costillas y otros ingredientes más, que se sirve en Trujillo, Chiclayo, Cajamarca y que además se conoce con otros nombres y ligeras variaciones en algunos pueblos de la sierra del país.

La evolución natural de la lingüística y la inclusión de nuevos términos en el habla popular no ha obviado el caso de nuestro plato de hoy.  Sin embargo, ahora después de mucho tiempo, se puede poner en evidencia el significado de la palabra.  Esta ha sido producto de la forma como nuestros vocablos van distorsionándose en la escritura y en la pronunciación con el paso de los años.

No puedo dejar de citar a Rodolfo Tafur Zevallos, quien haciendo un trabajo serio de investigación concluye con que “en el diario hablar de los Incas Yarowilcas, habitantes del centro del Perú, existe en su vocabulario, una frase que define al “lugar de sembrío” o “chacra”, con el vocablo quechua “shallqa”. 

Si a ello añadimos que “el trabajo que implica cosechar lo sembrado” es “Shamba” y el producto de ese trabajo o comúnmente “cosecha” es “Shámbar”; podemos entonces definir que todo lo que lleva este plato es producto de la cosecha de las tierras del ande peruano.

Para nadie es un secreto que el departamento de La Libertad tiene pueblos y ciudades a más de dos mil metros sobre el nivel del mar, nada extraño sería entonces asumir que estos lugares dieron nacimiento y “criaron” al Shámbar, convirtiéndolo en un plato emblemático, pero sobretodo con una personalidad propia, en la culinaria de esta parte del país. 

Por lo tanto, si queremos darle una acepción poética y verter un sentimiento regionalista, como nos induce a hacerlo esta deliciosa “sopa de los lunes que religiosamente se toma en Trujillo, debemos definir al Shámbar como: “comer el fruto de mi trabajo”.  Gracias por el aporte Rodolfo, una vez más nuestros lectores y yo, nos iluminamos con tus investigaciones.

UN SOLO PLATO, BASTA Y SOBRA…

Hay potajes de los que hablamos en nuestros artículos que mueven nuestras fibras internas y nos llevan al recuerdo como medio motivador para exponer sus líneas; hay otros que cargados de la información necesaria, enfrían de algún modo el estilo, pero ilustran paralelamente a escritora y lectores; otros tantos que, por algún detalle particular, incitan cierta curiosidad y permiten que alrededor de este se desarrolle la historia.

En este caso, considero que nuestro artículo se ajusta a la descripción de la última característica mencionada, pero que además capta la atención e indagación de quienes nos sumergimos en su historia, porque tiene más de un dato por averiguar.

El Shámbar es un plato rico en sabor, historia, ingredientes, origen, particularidades.  Se suman en el, todos elementos que lo hacen digno de tomarnos el tiempo para conocerlo, disfrutarlo y compartirlo.

Son el trigo, las menestras, la carne en sus diferentes presentaciones, la cebolla, el ají y las hierbas, portadoras de las mejores noticias a favor de nuestra salud y de la preservación de la energía en nuestro cuerpo y –por que no decirlo- también en nuestro estado de ánimo.

Son 432 calorías por porción, 338 miligramos de Fósforo, 134 mg de Calcio, 110 de Vitamina A, casi 40 gramos de Carbohidratos, si a ello le sumamos las proteínas, grasas y hierro, que nos proporciona su consumo y el beneficio que aporta el trigo, al combatir el colesterol, estaremos frente a un plato completo en nutrientes, excelente portador de energía y delicioso, que sin lugar a dudas, justifica la costumbre de consumirlo al inicio de cada semana.

CUCHARADAS ENTRE VERSOS:

Dice también Rodolfo Tafur, que el Shámbar, nació con ingredientes autóctonos, “pero la eterna fusión que predica el peruano hace que combine productos suyos con los llegados de tierras extrañas”, entre ellos el trigo, traído de Europa.  El consumo de la carne de cerdo, en forma de jamón o costillas, es también una costumbre traída de la cocina española, llegada con los colonos.

Añade también, que por ser este un plato consistente en productos agrícolas básicamente, son los campesinos sus primeros consumidores.  Los mismos que también añaden el ají mirasol en su preparación y la hierbabuena para aromatizar. 

No hay duda que un buen plato hondo que contiene la mezcla de los productos de nuestra tierra, en sagrado matrimonio con las carnes ahumadas y cocidas, y además exhibe un color proporcionado por nuestro ají, absolutamente peruano; es capaz de inspirar las más bellas coplas, que además de incentivar mi preferencia  por la literatura, exacerba mi apetito y mi gusto por la buena mesa...

Aquí los dejo, con algunas coplas más, de la pluma de Antonio Cavero, un trovador trujillano que quiso perennizar su canto al potaje más contundente, generoso y en donde se exhiben los dones de nuestra tierra…

“Arrogante el trujillano, tal vez por pantorrilludo, le dio rechazo sañudo, a su prójimo serrano.  Para insultar al fulano, no se encuentra más adjetivo que gritarle con tono altivo: ¡Serrano tal por cuál!, ¡Serrano! insulto total, aunque no tenga motivo”.

“Bajó el serrano a la costa con sus usos y costumbres y sus comidas, me consta. Trajo su “Shámbar”, lo aposta en gustos del lugareño.  Poco a poco se hizo dueño de un lugar privilegiado, hoy es un plato obligado en el menú del costeño”.

“Por ser sopa campesina, es de sencilla factura, menestras, una mixtura, donde el trigo predomina.  Todas juntas se cocinan, con jamón y con tocino, pellejo de chancho andino y un aderezo adecuado, ajos, ají colorado, hierba buena, el sabor fino”.

“En Chiclayo, el Espesado, en Saña la Fritanguita, el Adobo en Arequipa, en Tacna, Guatia he probado.  En Trujillo, lo indicado, los lunes por la resaca, como estímulo, destaca, un buen Shámbar bien servido.  Después de haberlo ingerido, al serrano ya no ataca”.

EL CHUPE DE CAMARONES

Empezaré contándoles que parte de mi ritual personal antes de esbozar un artículo sobre gastronomía, es participar de la preparación del plato protagonista y por supuesto de su posterior degustación, así los olores, la vistosidad y calidad de sus ingredientes; el sabor y todo lo que de este se desprende, coadyuvan en la elaboración de lo que ustedes recibirán semanalmente a través de Generacción.

 

Así, he disfrutado de una variada gama de platos de fondo, postres, sopas, entradas y otras delicias; he aprendido con ustedes, y he participado de historias, anécdotas, explicaciones, algunas verdaderas, otras, un  tanto míticas.

 

He conocido personajes, especialistas, amantes de la buena cocina, conocedores de la buena mesa y me he nutrido también de conocimientos y de buenas razones para continuar en este camino, que ahora he descubierto como una de las más grandes riquezas de nuestro país.

 

Y, enamorándome poco a poco de sus tradiciones, de las cunas y la proveniencia de sus nombres, me he hecho consciente de que la gastronomía peruana, además de poseer una riqueza incalculable, producto de  sus innumerables ingredientes, de las técnicas usadas, de las innegables fusiones y de la creatividad de los cocineros; se sigue perennizando gracias a las narraciones, a las costumbres transmitidas y proyectadas y -ahora en la actualidad- gracias al trabajo de hombres y mujeres que comprometen sus habilidades, en la difusión, en la renovación y en la excelencia de nuestra cocina.

 

Probablemente esta interiorización de la que hoy me hago consciente pareciera que poco tenga que ver con el plato que hoy presentamos, por ello es necesario aclarar sus dudas y compartir con ustedes asuntos de índole personal: El Chupe de Camarones, plato delicioso, que viste de encendidos colores cualquier mesa que tenga el privilegio de ostentarlo como invitado...

 

Plato que desborda energía y sabor de agua y tierra hermanadas, nutritivo y cálido, hermoso por donde se le mire, es un plato al que estoy negada -entiéndase prohibida- como todos los platos en los que camarones y langostinos jueguen componiendo las más exclusivas obras de arte.  Por ello, hoy tuve que dejar de lado rituales y sorbos.  Tuve que privarme de sus aromas y alejarme, como lo vengo haciendo desde hace casi 15 años, de las exquisiteces a las que nos invita, para simplemente limitarme a escribir...

 

MÁS QUE UN CHUPE:

 

Algunos estudiosos afirman que el Chupe provino de una tradicional costumbre relacionada con el ayuno, a la que los jóvenes guerreros eran sometidos durante algún tiempo, preparándose para las responsabilidades que demanda la adultez.

 

En este ayuno se les privaba de sal, ají, y relaciones sexuales, cumplido este periodo establecido, las doncellas del grupo al que pertenecían, les ofrecían una pequeña vasija que contenía una mezcla de sal, ají y algunas hierbas para posteriormente enfrascarse en la intimidad e iniciarse en la adultez.  A esta mezcla ritual le llamaban Chupe.

 

Puede entonces suponerse, que el Chupe era un plato que congregaba gustos privilegiados, que revitalizaba, que estaba relacionado con los placeres y que proveía de fortaleza y energía a los comensales.

 

Hoy, por extensión y tradiciones, podría decirse que el Chupe, además de haber heredado tales cualidades, ha recibido con el aporte de los camarones, más que sabor y color, un grado de exotismo, que lo hace único e irrepetible.  Por su pasado histórico y por las propiedades de sus componentes.

 

Según indica el Corregidor Mejía, autorizado personaje, entendido en el estudio de la gastronomía peruana, en su libro "De cocina peruana, Exhortaciones", el camarón fue "uno de los primeros alimentos del hombre peruano, su carne delicada y sabrosa fue de uso exclusivo para sus reyes incas.  Se pescaba hacía miles de años y para su extracción se valieron los antiguos peruanos de una especie de red llamada atarraya, así como canastas de caña llamadas izangas".

 

Inicialmente, como bien lo menciona, Rodolfo Tafur Zevallos -investigador al que concurrimos en pos de historias que aclaren nuestras dudas culinarias- los primeros Chupes de Camarones recibían el nombre quechua de Chuwa Masi", que quiere decir "sopa amiga" o "sopa compañera de fiesta".

 

"Muchos dicen que no hay plato peruano más bonito que este delicioso potaje, pero lo que sí sabemos es que no hay región del Perú que no tenga su chupe, pues este ha sido heredado de la gastronomía de los Incas, ellos, saboreaban el preparado por la Kery Awicha, la diosa de la cocina Inca, la que tenía el encargo de "cocinar para llenar el alma y luego el estomago".

 

Palabras y estudios que reafirman la cuna indígena de nuestro plato.  Hay chupes con ingredientes y sabores diferentes, lo mencionamos así en uno de nuestros artículos en la edición 69 de Generacción. El Chupe de Camarones sin embargo, ha sido adoptado por Arequipa.  Es uno de los símbolos más representativos de su variada gastronomía.

 

Camaná y Majes son lugares privilegiados donde grandes y sabrosos camarones hacen alarde de un rojo intenso que tiñe de sabor y color los platos, casi convertidos en fuentes, por el derroche y generosidad en que son presentados.  Aun recuerdo el último Chupe de Camarones que probé cerca del Rio Majes, en febrero de 1990, junto a Deborah y Charo, entrañables amigas de la época universitaria.

 

UN LLAMADO DE ATENCION:

 

Toda la zona sur del Perú, empezando desde el Valle de Cañete, muy cerca de Lima, es el principal y más importante criadero de camarones. Aunque se dice también que al llegar los españoles a nuestro país, el Rio Rímac alimentaba y albergaba en sus aguas estos pequeños crustáceos, que luego servían como parte de un banquete real en el menú ofrecido a los colonos. Con el tiempo se extinguieron de este lugar y encontraron en los ríos del sur un espacio donde multiplicarse y alimentarse.  Hoy, gracias a este proceso, sustentan la riqueza de nuestras cartas, nuestras mesas y paladares.

 

Lunahuaná, tampoco puede estar excluido del relato cuando de camarones se trata.  En la actualidad en esta zona se celebran festivales donde se les rinde culto. Se hace gala de un banquete hecho a base de este crustáceo, en chupes, tortillas, seviches, guisos, a la piedra, reventados y de muchas formas más.

 

Y en un afán conservacionista debido a su fragilidad y a las desacertadas condiciones de su consumo, se ha establecido hace algún tiempo, la veda del camarón; la misma que se hace vigente entre el 30 de diciembre hasta el 30 de marzo donde se prohíbe pescar, almacenar, vender y consumir camarones a lo largo de todo el Perú, todo ello con el afán de preservar esa especie.  De no ser así, pronto estaría en peligro de extinción.  Un llamado de atención que no debemos obviar.

 

Los huevos, la leche, el queso, el choclo, la papa amarilla, además de otros ingredientes, que dan vida al delicioso Chupe de Camarones, proporcionaron también un carácter definido al plato.  Los camarones asoman entre la calidez y el rojo intenso de un plato que se resiste a ser extinguido, si es que la irresponsabilidad de los camaroneros y consumidores exceden sus derechos naturales.

 

UNA MARAVILLA GASTRONÓMICA

 

No se puede amar lo que no se conoce.  Por ello, es mi deseo que en estas líneas, encuentren la invitación a conocer de lo que nuestra culinaria se nutre. Detrás de un delicioso potaje, hay productos ricos, de primer nivel, cultivados, pescados, transformados por personas que conocen su trabajo.

 

Hay creatividad, hay estudio, hay buen gusto, existen deseos de querer servir y exhibir lo que poseemos. Está presente el amor de la madre a los hijos, las costumbres familiares, las herencias y legados. Toda esta maravilla culinaria, puesta en bandeja para nosotros: Hijos de esta tierra y también para los visitantes.

 

En la actualidad, aproximadamente 60 años después de la proclamación de la importancia de los camarones en el Chupe, a la que alude el Corregidor Mejía, este plato está próximo a erigirse como una de las 7 Maravillas Gastronómicas del Perú, gracias a una iniciativa que agrupa a personas e instituciones comprometidas con el despegue, consolidación y revaloración de nuestra culinaria y su posicionamiento definitivo en las mesas del mundo.

 

Nuestro plato está convidado a esta justa, donde no hay perdedores. Todos los convocados son ya consagrados en sus respectivas regiones, todos los participantes gozan del aprecio, reconocimiento y del paladeo interminable entre cucharas, tenedores y un festín de deleites variados.

 

El Chupe de Camarones, el plato más añorado por quien escribe estas líneas, tiene un espacio en la historia de nuestra cocina, un espacio que va más allá de la geografía, una preferencia que redunda en su calidad y en la belleza de su presentación... y tiene además, una misión que cumplir: Constituirse en mi último deseo... las personas cercanas, las mas queridas, desde hace algún tiempo ya, saben a que me refiero.

Por Cecilia Portella Morote | portellace@hotmail.com

EL CALDO DE GALLINA

Por: Cecilia Portella Morote

Leyenda porque alrededor de ella se tejen algunos mitos: que reconstituye las energías perdidas dicen; que es parte del folclor de un pueblo o de una ciudad, porque aparece de noche o de madrugada; porque su sola presencia origina cambios en los estados de ánimo de quienes experimentan su sabor. Extraña comparación la nuestra, pero es tanto lo que se puede decir de este tradicional plato, que encaja en nuestro quehacer, real o imaginario, siempre encaja...
  

Quería, al iniciar este relato, hablar de lo cotidiano de su consumo, quizás narrar alguna que otra anécdota para recrear su existencia o ¿por qué no? atravesar toda su historia hablando de los años 50, de las carpas, de los consumidores madrugadores, de las experiencias "lechuceras", pero inmediatamente –después de investigar en algunos escritos- tuve que optar por postergar estos argumentos y empezar por algo que me dejó sorprendida y me imagino, a usted también.

 

Una de las primeras oportunidades en que oyó o se leyó sobre el caldo de gallina, no fue precisamente en el Perú. No sabemos con exactitud qué ingredientes lo habrían compuesto –tenemos la certeza que agua y gallina, de todas maneras- sin embargo, existe un ensayo escrito en 1758 y editado casi un siglo después, por un letrado jesuita llamado José Francisco de Isla, que cuenta los vericuetos de Fray Gerundio de Campazas, un predicador de aquellas épocas.

 

Con un castellano antiguo y con la sátira característica empleada con frecuencia en la literatura de ese entonces, el autor, un sacerdote novelista español hace la comparación –en un pasaje de la historia- del caldo de gallina con la "substancia", una sustancia a la que atribuye poderes de curación y reparación, y aunque este no es precisamente el tema principal del libro, correctamente llamado "Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes", la mención que hace, nos corrobora que el caldo de gallina, ya tenía un destino, perfectamente asignado, ¿quién sabe? desde un origen sacrosanto.

  

EN LOS AÑOS 50

Bien se sabe que en Lima, allá por los recordados años 50, en La Parada, más decorosamente conocido como el Mercado Mayorista de La Victoria, se servía un famoso caldo de gallina, que trascendió distritos y urbes, que una vez popularizado, liquidó el paradigma de su sencillez y se extendió a otras zonas un poco menos humildes y se posicionó como el plato revitalizante por excelencia.

 

No era extraño ver a las cinco de la mañana, cuando recién se instalaban los primeros puestos de ventas, primero a los cargadores y comerciantes y luego ya en la mañana a los consumidores que acudían al más "estresante" de los comercios, cuando aún no se conocía la palabreja en mención.

 

A estas alturas, ya cuando su consumo se hacía habitual, las vendedoras que expendían el suculento potaje, ya se formalizaban y convertían sus espacios fríos y al aire libre, en carpas acondicionadas para tal fin. Muchas avenidas de la gran Lima, se hacían conocidas gracias a esta nueva forma de sustento, donde todos salían beneficiados.

 

De enormes y humeantes ollas donde más de una gallina vieja "pata negra", hervía y hervía durante horas, mientras se sumaban a la cocción fideos largos no muy gruesos, kión y huevos, además de la cebollita china con su aporte aromático, se iban gestando los primeros caldos de gallina en carpa.

 

Carpas de un color verde fosforescente –más llamativos no los podían haber elegido-  con avisos que lograban distraer la atención de cualquier parroquiano madrugador o que llamaban con una particular sinfonía de aromas y calenturas a los que atravesando la madrugada, salían de alguna celebración con excesos de todo tipo y se asentaban para intentar recuperar fuerzas, nociones y conciencias antes de seguir con su camino.

 

Las avenidas Arriola, Habich,  Evitamiento, Canadá, Alfredo Mendiola y otras tantas repartidas en la Lima básicamente provinciana, se convertían así en la plataforma de los sabores y beneficios del caldo de gallina.

 

Pronto la formalidad tocaría las puertas del negocio, próspero en muchos casos, gracias a la gran demanda: trabajadores nocturnos y fiesteros incansables, serían los artífices iniciales de su éxito. Y ya en los 80 comenzaría la novedad de los famosos locales donde los letreros "Caldo de Gallina: 24 horas", se trasladarían ya a otros distritos, dejando su condición de marginal y entrando en un mercado un poco más sofisticado.

 

En estos, aunque el público provenía de otras zonas y distritos, la motivación y los pretextos siguieron siendo los mismos. El caldo de gallina, nace entonces de una necesidad social, de una demanda imperativa, pero sobretodo del buen gusto, pues antes de llegar al que hoy conocemos, se practicaron ensayos absolutamente exitosos.

 

 

GALLINA VIEJA, DA BUEN CALDO

 

En sus inicios: un caldo gallina peruana, con un sabor puro, definido; años después con ligeros detalles orientales, que lejos de apartarlo del característico gusto peruano, concentraron en sus ingredientes lo mejor de sus esencias y nos dieron ese que ahora conocemos y que no cambiamos por nada.

 

Con presa o sin presa, huevo cocido con cáscara, para el consabido aporte de calcio, acompañado de cebollita china y rocoto picado en cuadraditos y para los innovadores, con algunas gotitas de limón, es nuestro caldo de gallina, producto de una sociedad con hambre de buen gusto, ávido de exquisiteces pese a la humildad de su origen.

 

Se dice que en la cosmovisión andina, los platos definían el tipo de fiesta que se celebraba, es decir las fiestas familiares, las procesiones, los entierros y hasta el quehacer hogareño tenían en esta cultura un espacio y una connotación especial.

 

Aquí, nuestro plato alegraba básicamente los matrimonios, cumpleaños y bautizos (1) y cumplía fines celebratorios y alimenticios. Los niños que acusaban cierta debilidad eran sometidos a tomar "sustancia de gallina" en pro de la recuperación de su salud, asimismo las mujeres parturientas y los hombres expuestos a largas jornadas de trabajo. En muchos de estos casos, se le añadía complementos como mote, trigo y hasta chicha de jora.

 

Existen actualmente en Lima, lugares a los que la mayoría de personas que gustan del buen comer o que sencillamente por destinos puramente reparadores, acuden regularmente. Pero no se crea que el caldo de gallina tiene un rol estrictamente a favor de la vida disipada, pues no, definitivamente su sabor y calidez amplía su campo de acción para todo aquel que con un poquito de frío, en un invierno no definido, guste calentarse como el mas común de los mortales.

 

Y aquí nos situamos, si no que lo digan el Huerto Florido en el Agustino, varios establecimientos de la avenida Risso, Mi Carcochita de Lince, todos los "24 horas" de la avenida Canadá y hasta en la concurrida avenida La Marina muy cerca de todas las discotecas de la zona.

 

Y aunque la diferencia de precios determine lo que a cada uno le tocará en el plato, el gusto, la esencia, para todos, es la misma. Pero algunos tendrán presa y otros no, a otros les tocará dos huevos, a otros solo la yema de un huevo aún no concluido en las entrañas de gallina; en otros casos un tazón y en otros un plato hondo, pero todos, absolutamente todos, tendrán los acompañantes del caso, antes  mencionados.

 

Desde los S/. 4 en las carpas y carretillas, hasta los S/. 14 en lugares algo más formales, nuestro plato de esta edición, seguirá marcando la historia de nuestra ciudad. Compañero infaltable de jornadas de distracción, de amanecidas inevitables, de debilidades humanas, de escaseces obligadas, de esparcimientos buscados.

 

Caldo de gallina que irrumpe quebrando las formalidades de un desayuno, almuerzo o cena.  Para su disfrute, la hora es lo de menos. Caldo de gallina que a lo largo de nuestras vidas se convirtió en la "sustancia" que revitalizó a los hombres y mujeres desde hace dos siglos. Pero sobre todo, un plato capaz de congregar alrededor de su incomparable calidad, el calor de la amistad, de los discípulos de farras, de los amigos de siempre. www.generacion.com

PUCHEROS Y COCIDOS

Por: Patricia Godino - Una de las referencias al puchero más divertidas de la historia de la literatura española se encuentra en el capítulo III de El Buscón de Quevedo. En De cómo fue a un pupilaje criado por Don Diego, se describe maravillosamente la sensación del protagonista frente al peor caldo inimaginable. Apenas un agua hervida sin más acompañamiento que un triste garbanzo. La referencia literaria la trae a la memoria Juan Eslava Galán (Arjona, Jaén, 1948) para hablar de esos pucheros y cocidos que tan bien sientan, sobre todo al bolsillo, en tiempos de crisis.

El autor de Tumbaollas y hambrientos (Plaza & Janés, 1997) diferencia, a grandes rasgos, entre dos tipos de cocidos en la cocina española. Los de interior, que ya cocinaban musulmanes y judíos con carne de ovejas y carneros, "que en la época tenía más prestigio que la vaca"; y los pucheros de litoral, donde se guisaban caldos con peces.

Eso es la teoría y lo que han reflejado los libros de historia. En la práctica, dice el premio Planeta, "el puchero se hacía y se hace con lo que se tenga a mano y, básicamente, se compone de caldos de carne con verduras". En la época ibérica se optaba por la carne de jabalí y con el paso de los siglos se introdujo la carne de ave en la olla. En el sur, las variantes más cercanas al cocido madrileño añaden también chorizo y morcillo a la receta. A este guiso se le llama puchero gitano o cocido colorao. El resultado es la popular pringá de las casas y bares de Andalucía. "La clave de un buen cocido es la formulación casi familiar que tiene, por eso, cada región tiene el suyo y nacen mil variantes", explica Eslava Galán.

Hay variantes pobres, a base de caldo de verduras y garbanzos que suplen la falta de carne con una bola de grasa añeja, y las hermanas ricas de este plato universal de la gastronomía española, emplean ternera, hueso fresco, gallina, etcétera.Y de todos, el modo canónico de hacerlo es en una olla tradicional a fuego lento: "Nunca uso la olla a presión".

Así lo cocina también Diego del Río, chef del restaurante El Lago de Marbella, que presume orgulloso del caldo de su abuela. El cocinero ha trasladado la receta del puchero de la serranía de Ronda, su pueblo natal, a la moderna cocina de su restaurante, distinguido con una estrella Michelín. "A pesar de no ser un plato de la carta, siempre hay algún cliente que nos pide un caldito casero", apunta el cocinero.

No en vano es un plato apto para todos los bolsillos, y más en tiempos de crisis. "El garbanzo es una legumbre barata. A poco que se tenga algo de patata, zanahoria y algo de carne sale un puchero riquísimo que sienta fenomenal. El cuchareo da energía", insiste Diego del Río. El chef nos hace una particular crónica de la vida de un puchero. "Con un cocido así comen varios días una familia entera: cocido con garbanzos el primer día; la pringá para otro; con el caldo restante se hace una sopa a la que se le puede añadir fideos, arroz, huevo duro, jamón, pan o lo que se quiera; y, si aún quedan restos, croquetas". ¿Se le puede pedir más a una olla?

LA BULLABESA

BULLABESA o

PARIHUELA……QUE PREFIERES?

Por: Rodolfo Tafur Zevallos

Algunos amantes de mitología greco-romana dicen que Venus, celosa de Anfrite (diosa de los mares tranquilos), prepara la BULLABESA para adormilar a su consorte Vulcano, ya que el Dios del Fuego, esperaba a Anfitre entre las olas marinas. - La definición más simple de “Bullabesa” es: “Plato de pescados hervidos y aromatizados,” además es originario de la cocina provenzal.

La palabra “Provenzal” quiere decir que procede de “La Provence” que es una Región del sudeste de Francia, su lenguaje madre es el “OCCTIANO” o “Lengua de Oc” , antiguo romance europeo. Provenza colinda con el mar Mediterráneo, en su territorio se encuentra las afamadas zonas de vacaciones llamadas “Costa Azul”.

Auguste Escoffier, uno de los más afamados cocineros de Francia, que comenzó como ayudante de cocina en el ejército francés  definía a esta preparación como “Caldo del Sol”,

Curnonsky, llamado “El Príncipe de los Cocineros” cuyo nombre real fue Maurice Edmond Saillant -quien dijo que “La cocina es cocina cuando las cosas tienen el gusto de lo que son”,   llamaba a la Sopa Bullabesa, “Sopa de Oro”, y la máxima perfección de esta exquisitez se alcanza en Marsella.

La palabra Bullabesa se origina de dos verbos “Bouillir” que significa  hervir y “Abiasser” cuya traducción seria reducir. Según otras opiniones muy atendibles  dice que nace de “bouillir”, hervir y de “baisse” que significa desechos. Muchos de mis amigos y yo me incluyo en ello, afirmamos que esta segunda definición es la más correcta. Ya que es un plato de pescadores y que estos a lo largo de la historia fueron hombres pobres. Además, las bullabesas más autóctonas utiliza como elemento más importante un pescado de consumo de las clases más popular llamado cabracho, el mismo que  pertenece a la familia de los Escorpénidos, otros lo conocen como rascacio colorado, kabrarroka o diablo de mar, debido a su extraño aspecto y a su llamativo color rojo. De la misma familia que el cabracho es la peruana cabrilla. La mejor forma de probar su origen humilde se encuentra en la rebanada de pan que se le pone al servir el plato. Los franceses ya lo servían en sus platos alrededor de 1895, ya que en estos años el naturalista francés y muy amante de la cocina J. B. Reboul en su obra “La Cocina Provenzal” explica que existen alrededor de 40 pescados adecuados para preparar la bullabesa.

Alrededor de 200 años después de Cristo, en el Perú, llega a su máximo esplendor una gran Cultura, llamada MOCHICA, y uno de sus autoridades más emblemático es el conocido hoy como “Señor de Sipan”, la lengua que se utilizaba era el “Miuchec”, en su tumba  se encontró muchos ofrendas entre ellos alimentos porque los Mochicas consideraban al alimento como el puente  o camino al mundo de los espíritus.

Los Mochicas y posteriormente los Chimues se desarrollaron en lo que hoy es la región de Lambayeque y La Libertad y estas ciudades son sinónimos de excelencia culinaria. Uno de sus platos más antiguos es LA PARIHUELA., Algunos dicen que fue Occhocalo como cocinero de Naylamp quien fue el primer cocinero que lo preparo para que Naylamp se adormeciera. Otros definen y afirman que la Parihuela es:La Sopa del Sol”. y que el pescado que se debe usar es la cabrilla.

Si revisamos los ingredientes y la forma de preparar entre la Parihuela y la Bullabesa, encontramos mucha similitud. Ambos son ahora la mejor muestra de un plato de pescadores y que puesto en restaurantes se convierten en delicias en base de alimentos marinos.

La palabra Parihuela se origina de dos verbos: “Paray” o “Puruy” que significa hacer agua, crear agua o mojar algo  y “Hueluy” cuya traducción seria reducir o empequeñecer. Hay que tener en cuenta que el Quechua (antigua lengua Inca) era un idioma descriptivo, y la Parihuela como preparación prehispánica  es una sopa que basándose en pescados y mariscos que llevados a una cocción larga, los pescados y mariscos (ingredientes principales) casi desaparecen convirtiéndose en pequeños trozos, los mismos que dan un aroma y sabor inigualable a este platito. Otro de sus ingredientes principales es la Chicha de Jora, el mismo que le aporta un suave sabor del fermento del maíz echo jora.

Tanto la Parihuela como la Bullabesa tienen como guarnición el pan de cada día y mucho mejor si es tostado con mantequilla y ajos. La similitud también se da en la forma de servir, en dos platos: El caldo caliente de la Parihuela en una taza y en un plato hondo se pone filetes de pescado, langostinos, conchas de abanico y camarones, los mismos que están salpicados de aji y perejil. Igual sucede con la Bullabesa

Aunque en el Perú, el consumo de la Parihuela es un “levanta muertos”, cierto es que tomando un solo plato el comensal entra a un irrenunciable sopor y deseo de dormir.

Si bien los franceses están orgullosos de su Bullabesa, el peruano lo esta de su Parihuela