Sir Frederick Banting, co-decubridor de la insulina, observó en 1929 en Panamá, que entre los dueños de los ingenios de azúcar que comían grandes cantidades de su producto refinado, la diabetes era muy frecuente. Entre los cortadores de caña nativos, que sólo masticaban la caña cruda, no encontró casos de diabetes.
Cuando en la década del 20 las calorías eran la solución para todo y todo el mundo estaba aprendiendo a contarlas, los vendedores de azúcar iniciaron una nueva ofensiva. Alardeaban que había 250 calorías en medio kilo de azúcar. Un poco más de 125 g de azúcar proporcionaba un 20% de la cuota cotidiana necesaria de calorías. La energía rápida tan mentada por los promotores del azúcar, que lleva a los soldados al ataque y a los niños contra la pared, se debe al hecho de que la sacarosa refinada no es digerida en la boca o en estómago, sino que pasa directamente al intestino delgado y de allí a la sangre. El exceso de rapidez con que el azúcar entra en el flujo sanguíneo hace más mal que bien.
0 comentarios